El orden entre el desorden es algo increíble que uno logra obtener una ves que es padre. Luego de darle limpieza y orden a la casa, le digo a mi esposa, observa estamos viendo la calma antes de la tormenta. Es gracioso pensar que, aunque uno inculque el orden y pida que deben colocar sus cosas en el lugar asignado, por alguna extraña razón siempre los juguetes encuentran su camino a mi escritorio, la cartera de mi esposa y en ocasiones escondidos entre las almohadas de mi cama. En ocasiones vencidos en la batalla, uno suele terminar ordenando detrás de ellos mientras en voz alta se escucha la protesta por el desorden.
La parte que me causa gracia es la transición de redescubrir todas las pertenencias de uno y adicional no saber donde están la cosas. La costumbre habitual de colocar las cosas de uso común en una superficie plana al alcance y en el momento de limpieza y orden vuelven a ubicarse en su lugar “correcto” y bien ordenado desenlaza en un tiempo medio día de preguntas tales como “¿Sabes donde está mi libreta de apuntes?” entre otras. Pero, no existe mayor satisfacción que luego de dar limpieza y orden al hogar, antes del torbellino causado por los hijos, esa sensación de satisfacción y paz al ver el hogar en un orden no habitual.
Pasan unos días, las cosas en le hogar regresan a su armonía de orden dentro del desorden hasta que llegue nuevamente el día de limpieza y orden lo cual inicia nuevamente el ciclo del orden no habitual. Lo bueno es que a medida que van creciendo mis hijos han ido cooperando con los quehaceres de la casa. Y siento que es parte de ir asignando responsabilidades a ellos. Obvio que nadie es perfecto y de ves en cuando sufren de amnesia selectiva grupal donde se defienden buscando como deslindar responsabilidades sin implicar al otro, una muestra de gran amor y lealtad fraternal, para evitar sus responsabilidades. Pero sumando todo, con leves llamados de atención, generalmente suelen ser muchachos responsables.
Lo importante es tener estructura y horarios para poder inculcar buenos hábitos en los niños, desde cosas tan sencillas como hacer la cama, ordenar juguetes hasta cosas más complicadas como la hora de juego y la hora de estudios. Es ensayo y error, donde en ocasiones uno puede ser muy laxo o demasiado estricto. Es un constante equilibrio para lograr un balance y la vida no es estática por ende uno siempre debe ajustarte a todos los cambios que vienen a medida que envejece.
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