La noche estrellada nos adorna la belleza de la luna desnuda la cual danza entre las nubes cual golondrina furtiva. Iniciando su rumbo aparece gloriosa deslumbrante hipnotizante a la mirada del ojo ciego pasando desapercibida. Silenciosa y oculta pero siempre doncella. Mira con ansias el momento que aparezca un mozo hercúleo cuyo mirar note la tersa silueta y escapar del manto nocturnos solo para entregarse a él.
Vislumbra a la distancia un solo haz de luz amarillo e intensó pero lleno de vida. Confuso borroso horizonte y siempre falla interceptar. Su confidente la cigarra, solo levanta un lamento de la desdicha soledad. A veces, solo escapa ver un turquesa intenso al escapar a quien piensa será la clave de su andar.
Se decide, se atreve y sale del manto de nubes. En toda su gloria radiante, su halo de tiara preparada a darlo todo y escapar. Espera pacientemente a ver indicios del clamor tibio relajante del leonado crepúsculo matutino y el breve calaíta antes del anochecer. Pero no aparece, no se ve.
Perdida despojada sin rumbo, emerge prominente, cegada por un ambiente resplandeciente, conocido y a la vez ajeno. Ella, noctambula precavida siempre cómoda dentro del manto opaco, sintió valentía y se aventuró.
Fue percibida y fue idolatrada, sentimiento tibio, se entregó…
Deja un comentario