Estoy muy cercano de emprender un viaje hacia un destino ajeno a mi conocer. Siento que este va a ser un viaje de autorreflexión, una pausa en mi rutina, para considerar cual va a ser el rumbo que debo tomar para tener una vejez tranquila. Según mi edad y la edad promedio de mi región, podría considerar que estoy a la mitad de mi vida, y no estoy pasando por una crisis de media vida, este camino lo tomo luego de haber conversado con mi esposa e hijos, para determinar el camino correcto que sea de mayor beneficio para el futuro de mis hijos y poder lograr una vejez tranquila con mi esposa.
Siento temor, no al camino por delante sino el tiempo que debo ausentarme de mi familia. Aunque en el tiempo terrenal es meramente un destello y para un ser humano un breve periodo, para mi se sentirá una eternidad estar alejado de mis seres queridos. Pero es un sacrificio necesario para un fin de provecho donde podré seguir abrir una puerta hacia un traslado horizontal profesional y garantizar estabilidad económica a la familia.
He sido una persona que ha tomado riesgos, he ganado, he perdido, pero sigo vivo. Aunque cada vez veo con recelo tomar riesgos. Pero lo importante de tomar un riesgo es calcular los pros y contras. Si lo pros de un riesgo pesan más que los contras y puedes sobrellevar el tiempo que tome para lograr el objetivo, entonces “échele ganas”.
Cada vez se me hace más real el viaje que debo emprender, porque cada vez se acerca la fecha de mi inevitable partida. Es una sensación de júbilo con sobresalto pero creo que debo hacer esto antes de finalizar mi vida útil laboral.
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