El control de una multitud es un arte y recuerdo la fábula de la gallina desplumada de Joseph Stalin. El pueblo, en estos momentos, está sumamente desesperado, el comercio está en su mayoría suspendido, ha devastado la economía y por consiguiente el ingreso familiar. Irónicamente, no ha ocurrido nada que pueda peligrar la gobernabilidad del país. Por ende, estoy por pensar que quizás Stalin tenía razón.
Empezó la cuarentena y suspendieron toda actividad, hubo quejas, pero en general la población se mantuvo en tranquilidad. Con cada revuelta, un aliciente llegaba, entre migajas para las familias encerradas y conciertos para alegrar la agonía.
Continua la cuarentena y la población enojada, fue tranquilizada con la idea de posible comida, ya sea en forma de bolsas o bonos a canjear. Pero, esa ayuda fue subjetiva y selectiva y a todos los necesitados no llegó.
Se mantiene la cuarentena y los vientos hablan de revolución, suspenden la ley seca, y se abarrotan los centros de venta de licor. Repentinamente, hay tono de felicidad y celebración, y se expone que para el vicio hay dinero, pero para la comida no.
Josef Stalin una vez dijo:
“Así de fácil se gobierna a los estúpidos. ¿Han visto cómo me ha perseguido la gallina a pesar del dolor que le he causado? Así son la mayoría de los pueblos, persiguen a sus gobernantes y políticos a pesar del dolor que les causan por el simple hecho de recibir un regalo barato o algo de comida para uno o dos días”.
Y así nos mantienen, a punta de alicientes y migajas, con un regalo barato, y más barato aún porque no ha costado nada. Un papel, letras y una firma y que se acabe la ley seca, así tranquilos se quedarán por un tiempo.
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